Venezuela: un blanco fácil de la infodemia
El nuevo coronavirus llegó al país y trajo consigo una profundización en la avalancha de información: contenidos de fuentes dudosas y manipulados coexisten en la autopista noticiosa que se actualiza minuto a minuto. Es así como las iniciativas de fact checking tienen un papel protagónico para que los ciudadanos puedan tomar mejores decisiones, en medio de la censura a algunos medios y el control gubernamental en otros
Entre los anuncios de la vicepresidenta Delcy Rodríguez y el ministro de Información Jorge Rodríguez, voceros gubernamentales sobre la situación de la pandemia en Venezuela, se armó el bulo sobre la cloroquina como tratamiento efectivo del covid-19. “Se dio una explicación de porque se está usando la cloroquina en Venezuela, un medicamento que ya está dando buenos resultados a nivel internacional”, dijo Delcy en una alocución el 23 de marzo. Previamente, ese mismo día, Jorge, había explicado que se usaría para tratar y se daría el personal médico para prevenir, aún cuando no había resultados científicos concluyentes.
Y no fueron los únicos. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, también respaldaron el medicamento antimalárico. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud detuvo los ensayos clínicos con este fármaco luego de que la revista especializada The Lancet señalara que el uso de antimaláricos aumenta el riesgo de covid-19.
Este es uno de los ejemplos de información errónea difundida de forma intencional, o simplemente desinformación, que hubo al principio de la pandemia en la región. En Venezuela, también circuló una receta de “infusión de hierbas” como presunta cura para la enfermedad respiratoria, pese a que no hay ninguna establecida por la OMS.
Estos tratamientos y curas se viralizan con mayor rapidez. Ante la gran incertidumbre por el surgimiento de la pandemia y la carencia de respuestas que aún no han podido ser precisadas porque la ciencia debe cumplir protocolos de investigación para poder brindar a la población la información verificada sobre el covid-19, las personas han sido sometidas a bombardeo de rumores, teorías conspirativas –algunas de ellas con matiz ideológico- sobre el virus, explica el investigador León Hernández.
Esto deriva en la Infodemia, es decir, el exceso de información, desinformación y rumores asociados con el covid-19. Ya el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, había advertido en febrero: “Nos preocupa la proliferación de rumores e informaciones engañosas que entorpecen la respuesta (…) Pero no estamos luchando únicamente contra una epidemia; estamos luchando contra una infodemia. Las noticias falsas se propagan con más rapidez y facilidad que el propio virus, y son igual de peligrosas”.
Una muestra de esta advertencia la expone una investigación de la Fundación Bruno Kesler. Analizaron 112 millones de tweets en 64 idiomas. Observaron cómo el nivel de desinformación creció exponencialmente, al igual que el virus, y los investigadores descubrieron que la información de fuentes poco confiables representaba hasta 30% de las publicaciones.
La infodemia resulta, agrega Hernández, en la exacerbación de la confusión y desconfianza con respecto a las soluciones o los consejos que se plantean para prevenir la enfermedad. “En caso de que se viva en entornos con comunicación restringida, como el venezolano, se suman componentes sobre especulación, miedo y manejo errático de información sensible por parte de ciudadanos en general”, explica Hernández, también coordinador del Observatorio de Fake News.
Un balance necesario
En Venezuela hay antecedentes de desinformación en la red, debido a la alta capacidad del Estado para utilizar cuentas automatizadas y humanas para desinformar, manipular, crear distracciones sobre hechos y atacar a la oposición, según el estudio Orden de Desinformación Global, del Instituto de Internet de la Universidad de Oxford, publicado el año 2019.
Un panorama que se complejiza cuando los medios tradicionales fueron asfixiados por la censura y la crisis económica, lo que generó un ecosistema virtual al que no todos tienen acceso por la mala calidad o inexistencia de internet. Incluso los medios oficiales, como VTV, también hacen eco de información manipulada de forma intencional.
Aún así, las plataformas digitales convierten a cualquier persona en emisor de información, que puede estar o no verificada. “Cualquiera puede escribir cualquier cosa en internet y hacer que parezca creíble. Si no tiene a la mano otras fuentes de información, entonces no tiene cómo contrastar ni refutar lo que recibe”, indica Valentina Gil, miembro del equipo de Espaja, una iniciativa de fact checking de Transparencia Venezuela que se creó en 2019.
Es entonces cuando paulatinamente surgen iniciativas de periodistas como Cotejo.info (2016), Cocuyo Chequea (2018) y Espaja; así como de ciudadanos en el caso de Cazadores de Fake News (2019) intentan hacerle frente a la desinformación al verificar contenidos dudosos que circulan por la red.
Agrega Gil: “Este tipo de informaciones generalmente apelan a la emocionalidad. Si una persona es pasional, entonces no piensa con cabeza fría. No se detiene a pensar: ‘¿esto será realmente así?’ y de inmediato lo comparte. En estos casos, la persona no lee la noticia, sino que la siente; por eso tiene la urgencia de difundirla, para demostrar que tiene la razón. Por ejemplo, cada tanto ruedan cadenas sobre que en Fuerte Tiuna ‘hay ruido de sables’. Aunque los hechos han demostrado que un alzamiento militar es poco probable, igual la gente refuerza el rumor porque esperan que haya un cambio de Gobierno”.
Y, aunque la mayoría de las iniciativas son de periodistas, Cazadores de Fake News, liderado por Adrián González, confía en que la lucha contra la desinformación no debe ser una labor exclusiva del gremio.
“El problema es demasiado grande para ser enfrentado solamente por periodistas. Los equipos de verificación deben involucrar a equipos multidisciplinarios, pero también a la ciudadanía organizada en redes. Este tipo de trabajo ha sido efectivo en algunos países de Europa del Este y creemos que es el futuro en la lucha contra la desinformación en América Latina”, dice González, cuyo proyecto tiene alrededor de un año funcionando en un voluntariado abierto en Telegram.
Continúa: “Hay países nórdicos que están incluyendo en sus programas educativos de primaria, contenido para enseñar desde muy temprana edad a los niños a identificar y combatir la desinformación. Este tipo de iniciativas parecen estar a años luz de nuestros países de América Latina, pero lo cierto es que solo dependen de voluntad política (y tiempo) para ser implementados”.
También hay iniciativas que involucran a toda la región como Latam Chequea, impulsado por la Red Internacional de Fact Checking (IFCN, por sus siglas en inglés) y Chequeado, el primer medio de fact checking creado en la región. Aglomera a 35 organizaciones de América y España en una base de datos dedicada a la verificación de contenidos relacionados con el coronavirus y las medidas tomadas por cada país.
“Las desinformaciones que circulan en muchos casos son las mismas en distintos países y poder contar con el trabajo de otros ayuda a desmentir más rápidamente las falsedades y evitar su propagación”, dice en su página web.
También cuentan con un chatbot en Whatsapp, en el que las personas pueden consultar la base de datos y comprobar la veracidad de una información.
Controlar la angustia
La información es la clave para tomar decisiones, pero los psicólogos sociales Leoncio Barrios y Daniel Mena coinciden en que puede ser contraproducente, pues la cantidad y la calidad son factores importantes a tomar en cuenta.
“La gente está angustiada, busca y busca información para calmarse, pero resulta que se angustia más porque la mayoría de la información que circula sobre la pandemia es alarmista”, afirma Barrios.
Agrega: “Si la persona es infodependiente o infoadicta, la saturación de información puede confundir para la toma de decisiones. La información ayuda, siempre y cuando sea veraz, de fuentes autorizadas, que tenga buenas intenciones. Cuando esa información es producto de rumores, de especulaciones, de cadenas o tiene intención de alarmar, puede confundir y llevar a toma de decisiones erradas”.
Daniel Mena, por su parte, hace hincapié en la relevancia de reflexionar a la hora de leer noticias e intentar ser lo más crítico posible, sobre todo cuando se demanda que se consuma información.